Muchas veces deseamos calzar en un mundo que desconoce a Dios, y no solo se trata de un desconocimiento sino que también de un rechazo tajante hacia él.
Escuchar a un necio hablar no debería ser preocupación para nosotros, sin embargo, llega un momento en donde defender nuestra fe pasa a ser una necesidad, y para ese momento debemos estar preparados.
Si de tu Padre hablan mentiras o injurias, ¿no lo defenderías? ¿Callarías y dejarías que siguiensen hablando mal de él?.
Yo creo que lo defenderías porque tu lo conoces. Lo mismo pasa con tu Padre que está en los cielos.
Pero la unica manera de defender a nuestro Padre celestial, es que podamos hacerlo mediante su Palabra que es la biblia.
Muchas veces el enemigo o el diablo pone malos sentimientos y tentaciones que inducen al pecado a las personas, y eso termina alejandolos de Dios o simplemente culpandolo de sus males.
No obstante, Dios a puesto en nuestras manos dos armas fundamentales que son la Palabra de Dios y la fe que ponemos en su Hijo Jesucristo, quien habiendo sido libre de todo pecado dió su vida por nosotros.
Reconocer a Jesus como nuestro salvador es fundamental, pero también lo es enteder el generoso amor de Dios, no hay nada que podamos hacer para ganarnos su gracia, solo tener fe en él.
En el capítulo 2 de Galatas, se refleja una situación en que Pedro muestra hipocrecia, al mostrarse que obedece la ley de moises, pero a la vez comparte con quienes lo no lo hacen, es decir, los no judíos, sin embargo, cuando se encuentra con los Judíos, el rechaza a los no judíos.
Pablo lo enfrenta y le explica que no puede obedecer la ley por sobre la palabra de Dios, no por estar cincuncidado una persona consigue estar bien con Dios por actos de obedicencia.
De este mismo, no podemos actuar como Pedro, vivir con unos de una manera pero con otros comportanos de otra.
No podemos vivir como lo hacen las personas que desconocen la palabra de Dios y vivir como Cristianos cuando vamos a la Iglesia.
Debemos aceptar a Dios y su hijo Jesucristo en todo momento y defenderlo por medio de la palabra de Dios y no hay mejor forma de hacerlo que con autoridad espiritual.